Los revolucionarios proyectos de energía eólica marina de ACS han entrado en rampa de lanzamiento. Su filial industrial Cobra da ya pasos decididos para el despliegue de hasta 2.550 megawatts (MW) flotantes y se ha abierto a la búsqueda de socios que ayuden a soportar una inversión de US$ 12.000 millones en los próximos 10 años, especialmente en el desarrollo de parques en Asia.
Como primer hito, la empresa española acaba de poner en marcha en Escocia una instalación eólica offshore con tecnología flotante, una de las primeras de estas características en fase comercial. Y es que Cobra rivaliza con la noruega Equinor (antes llamada Statoil) por mostrar al mundo el desempeño de este tipo de plataformas. En fase experimental también existen granjas flotantes, por ejemplo, en aguas portuguesas.
Lo que salga de estas experiencias puede suponer un nuevo salto para las renovables. Los aerogeneradores sobre soporte fijo apenas pueden instalarse en aguas con profundidades superiores a los 40 metros, con el consiguiente impacto visual desde la costa y dificultades para encontrar emplazamientos aptos. Mientras, los molinos sobre estructuras flotantes, por los que ha apostado ACS, eliminan esas limitaciones: pueden aprovechar áreas con menores restricciones medioambientales y mayor intensidad de viento, además de ser una solución para costas profundas como las de Japón o EE.UU.
En Escocia
Cobra está al frente del parque escocés Kincardine, cuyo estreno se acaba de producir con una turbina de Vestas de 2 MW. La máquina está exportando energía a la red británica, con un contrato de suministro (PPA) con el operador eléctrico británico OFGEM para los próximos 20 años. De forma automática ACS inició la segunda fase con el pedido de otros 5 aerogeneradores a Vestas, esta vez de 9,6 MW por unidad, que deben instalarse en la primavera de 2020 para completar los 50 MW.
Los trabajos en aguas escocesas, unos 15 kilómetros mar adentro de Aberdeen, se alimentan de un crédito puente para cubrir una inversión de US$ 517 millones. Pero ACS no irá en solitario en esta primera experiencia en eólica marina flotante. Hoy tiene un 90% del capital del proyecto Kincardine, y el 10% está en manos de inversionistas escoceses, y se dispone a colocar hasta un 70% entre fondos y operadores.
La intención de ACS es mantener a Cobra como desarrollador y contar con un mínimo del 20% cuando el parque esté a pleno rendimiento. Kincardine goza de una tarifa garantizada de 3,5 ROCs (Renewable Obligation Certificates), equivalentes a US$ 218 por MW hora. Los citados ROCs fueron creados como herramienta para primar el lanzamiento de una tecnología que aún debe mostrar su rendimiento, pero que está llamada a mejorar en costos la producción eólica offshore convencional.
El mismo modelo de negocio será replicado en los desarrollos eólicos marinos que ACS adquirió en enero en Taiwán, con la entrada en la subsidiaria local del grupo francés Eolfi (Taiwán Eolfi Greater China). La cartera de 2.500 MW requiere US$ 11.500 millones de inversión y Cobra tramita actualmente los permisos.
El principal escollo para el banderazo de salida es que parte de la primera instalación taiwanesa, bautizada como W1N, se superpone con un canal de navegación. En todo caso, Cobra busca los permisos de las autoridades locales de Medioambiente planta por planta (de 500 en 500 MW) y no comenzará a invertir hasta contar con socios, como fondos de inversión y utilities. Para el W1N se esperaba contar con las autorizaciones este mismo año.
Las fuentes consultadas hablan de una redefinición del calendario para la ejecución de los cinco parques previstos en Taiwán. Donde Eolfi tenía previsión de poner en el sistema la totalidad de esa potencia antes del cierre de 2025, Cobra maneja el año 2028 como escenario más realista.
Cobra ha incrementado su cartera en los últimos meses, con varios millones, hasta elevarla por encima de los US$ 6.900 millones.
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