En base a datos recogidos en el artículo ‘Ciencia para una pesca sostenible’ de la revista CSIC Investiga, el 35% de todas las poblaciones de peces conocidas están sobrexplotadas. En el caso del Mediterráneo, la situación es tan dramática que esta cifra se eleva al 60% y el mar que baña media Península Ibérica es la segunda región más castigada a nivel internacional. La responsabilidad de España no se puede obviar, ya que es el país que encabeza la producción pesquera de la Unión Europea y el segundo del continente, solo por detrás de Noruega. Por si fuera poco, también figura en el ‘top cinco’ de mayores flotas de larga distancia junto a potencias como China, Taiwán, Japón y Corea del Sur.
Otro de los inconvenientes es que vigilar que se respeten los máximos de capturas que fijan los gobiernos es casi una utopía. «Las flotas industriales de larga distancia, las de los países ricos como China, se van a faenar a otras aguas que se rigen por regulaciones más laxas o que no tienen capacidad para patrullar la costa. Ahí nace la pesca ilegal», subraya Costalago, que tampoco pasa por alto las trabas que suponen las banderas de conveniencia, es decir, barcos occidentales que enarbolan pabellón de paraísos fiscales. En esos casos, al problema de la sobrepesca se unen delitos de corrupción o, incluso, de crímenes de lesa humanidad y esclavitud.
Hay dos casos especialmente dramáticos de especies en peligro de extinción por el agotamiento de recursos pesqueros: el pingüino africano y la vaquita marina. Los científicos estiman que el primero, que solo resiste en las costas de Sudáfrica y Namibia, no sobrevivirá como especie más de diez años.
El 40% de las capturas mundiales son accidentales, es decir, no deseadas, y gran parte de la culpa es de la pesca de arrastre
El segundo, un mamífero blanco y negro de alrededor de un metro de largo, sucumbirá como consecuencia de las capturas descontroladas de totoaba, un pez similar a la corvina que es objeto de deseo de las mafias por su valor en la medicina tradicional china. Pese a que no es el objetivo, la vaquita marina perece atrapada en las redes. Otra víctima de la pesca accidental. Por desgracia, no es una excepción. Un informe de WWF estima que el 40% de las capturas mundiales no son deseadas. Esta organización culpa a las técnicas de arrastre, una práctica que, además, arrasa los fondos marinos.
Aunque parece que la voracidad de la industria lo engulle todo, lo cierto es que todavía sobreviven técnicas tradicionales más sostenibles. Es el caso de la almadraba, un ritual milenario que se mantiene prácticamente intacto desde la época prerromana y que se vale de un complejo entramado de redes para capturar los atunes que transitan del Atlántico al Mediterráneo por el Estrecho de Gibraltar. En España es muy típica de Cádiz, pero también se puede ver en regiones de Italia, Marruecos, Francia o Portugal.
La pesca es en la actualidad uno de los pilares que sustentan la seguridad alimentaria en todo el planeta, no solo en las zonas bañadas por mares y océanos, aunque es verdad que hay países que dependen más de este recurso que otros. A la cabeza sobresalen varias regiones de Asia y África, donde el pescado supone el 50% de toda la proteína animal que consumen sus habitantes. En paralelo, sus implicaciones económicas no son menores: este sector emplea a casi 60 millones de personas en todo el mundo. Este más que relevante peso en la riqueza mundial ha hecho que sus repercusiones en el medio ambiente se hayan pasado por alto durante décadas. Pero el reto de hallar formas de pesca sostenibles no puede esperar más.
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