Marine Stewardship Council (MSC), la ONG que establece el estándar mundial de la pesca sostenible, alerta de que el efecto combinado de la ola de calor marina sin precedentes que sufre el Atlántico Norte y el calentamiento de los mares, unido a la aceleración del cambio climático, podría afectar significativamente a especies emblemáticas de peces pelágicos del Atlántico nororiental.
Especies como la caballa, el arenque atlántico-escandinavo y la bacaladilla dependen de las frías aguas del Atlántico Norte para reproducirse y mantener a sus poblaciones sanas. Sin embargo, el calentamiento de los mares puede limitar su capacidad de desove y con ello provocar un descenso en el número de peces, lo cual afectaría de forma significativa a los ecosistemas oceánicos y al suministro de productos pesqueros.
El calentamiento de los mares puede influir también en el desplazamiento de los peces hacia el norte en busca de temperaturas más bajas, por lo que es importante que los gobiernos colaboren más allá de las fronteras de sus países para garantizar que las poblaciones de peces que comparten se controlen y gestionen eficazmente.
Estas especies ya están siendo sobreexplotadas puesto que las naciones pesqueras más importantes, Reino Unido, Noruega, la UE, las islas Feroe, Groenlandia y Rusia, no logran acordar unas cuotas de pesca conforme a los dictámenes científicos. Un estancamiento político que, unido al calentamiento de los mares que empuja a los peces a ir más al norte alterando sus pautas de distribución, está creando una “tormenta perfecta” y poniendo en peligro la salud futura de estas poblaciones de peces tan importantes.
Con este incremento en la temperatura de los mares y en la frecuencia de las olas de calor marinas [2] es preciso que los gobiernos den prioridad a que estas poblaciones se gestionen de forma sostenible con objeto de garantizar su resiliencia ante los efectos del cambio climático.
Si no se acuerdan unas estrategias de gestión pesquera inteligentes en lo que respecta al clima las consecuencias para las poblaciones de peces serán incluso más graves, ya que los estudios indican que el calentamiento de los mares y las olas de calor marinas son la causa de que algunas poblaciones de arenque atlántico-escandinavo se hayan reducido un 40% entre 2005 y 2015. [3]
El Dr. Olav Sigurd Kjesbu, científico principal del Instituto de Investigaciones Marinas de Noruega, declaró: “Sabemos que estas poblaciones de peces pelágicos son sensibles a los cambios de temperatura. Ya hemos visto que el clima influye en su distribución, en su capacidad de desove y en su tasa de mortalidad. Un rápido calentamiento de los mares podría acelerar estos cambios y, según estudios recientes, podría incluso afectar significativamente también a la capacidad de reproducción del arenque y de la bacaladilla».
A la comunidad científica le preocupa que, si la actual ola de calor marina del Atlántico Norte continúa, el impacto de otras olas de calor marinas similares pueda repetirse por todo el planeta. Las olas de calor marinas que tuvieron lugar en Australia Occidental en 2011 [4] y en la costa oeste de EE. UU. en 2014-2016 [5], redujeron las poblaciones de peces hasta tal punto que las pesquerías se cerraron durante más de tres años para ayudar a las poblaciones de peces a recuperarse.
El Dr. Christopher Free, del Instituto Marino de la Universidad de California, Santa Bárbara (EE. UU.), declaró: «A lo largo de la pasada década, las olas de calor marinas alteraron las pesquerías de todo el mundo. Si estas condiciones de calor en el Atlántico Norte persisten, se avecinan catástrofes similares».
Se prevé que el fenómeno de “El Niño” provoque, de aquí a septiembre, olas de calor en el 50 % de los océanos [6]. De hecho, ya ha causado que en la pesquería de anchoveta de Perú, el caladero más grande del mundo, hayan cancelado la temporada de pesca de este año [7].
Erin Priddle, director regional de MSC para Europa, declaró: “Los responsables políticos deben encontrar la manera de incorporar las alteraciones que sufren las poblaciones de peces, como son las variaciones en la distribución de los peces pelágicos del Atlántico nororiental, en planes de gestión pesquera sólidos y a largo plazo. Sin una planificación conjunta que sea eficaz, nuestros recursos pesqueros podrían estar en peligro de sobreexplotación, de sobrepesca y hasta las poblaciones podrían desaparecer. Tomemos el ejemplo del arenque atlántico-escandinavo, en los años sesenta [8] la sobrepesca y la mala gestión de sus poblaciones tuvieron enormes consecuencias económicas y sociales, muchas pesquerías y empresas de transformación del arenque quebraron y se perdieron miles de puestos de trabajo. Ante los quizá mayores cambios políticos y medioambientales que se avecinan, debemos aprender del pasado y asegurarnos de que la gestión de la pesca esté preparada ante el cambio climático y que sea resiliente y capaz de adaptarse a los cambios”.
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