En 2024, las exportaciones de atún enlatado de Ecuador alcanzaron un récord de 1.600 millones de dólares. Europa lidera la demanda, pero el éxito trae nuevos retos y un futuro que hay que repensar de forma sostenible
El pasado año pasará a la historia como el año dorado para la industria atunera ecuatoriana Con un salto del 18% respecto al año anterior, el país sudamericano rompió la barrera de los 1.600 millones de dólares en facturación exportadora, logrando su mejor resultado en los últimos diez años. El atún enlatado domina el panorama, representando el 94% de las exportaciones totales, convirtiendo a Ecuador en un centro del comercio mundial de atún.
Este aumento está impulsado por dos factores clave: la abundante disponibilidad de materias primas y precios altamente competitivos. En el Pacífico Oriental, donde Ecuador centra su actividad pesquera, las capturas superaron las 930.000 toneladas en 2024. Con un precio promedio en torno a los 1.600 dólares por tonelada para el atún barrilete y 2.200 para el aleta amarilla, Ecuador ha logrado posicionarse en el mercado internacional con una oferta económicamente ventajosa y una calidad consolidada.
El verdadero motor del éxito del país sigue siendo la Unión Europea, que absorbe el 63% del atún exportado por el país. España, Países Bajos e Italia son los principales destinos. Esta relación comercial se vio impulsada por el acuerdo de libre comercio firmado entre Ecuador y la UE, que permitió al atún ecuatoriano crecer rápidamente en competitividad y acceso a mercados. En sólo cinco años, las exportaciones al bloque europeo se han duplicado, superando los mil millones de dólares.
No sólo la UE. El Reino Unido también se encuentra entre los mercados en crecimiento, gracias a los incentivos aduaneros resultantes de un acuerdo bilateral. El vínculo con Estados Unidos, sin embargo, es más débil, donde la falta de un acuerdo comercial penaliza la competitividad de los productos ecuatorianos frente a otros actores globales.
Sin embargo, junto con el auge surgen desafíos complejos y urgentes. La crisis energética ligada a la sequía ya ha frenado algunas actividades industriales, pero es sobre todo la cuestión medioambiental la que urge abordar. La pesca intensiva y el riesgo de capturas accidentales exigen una profunda reflexión sobre la sostenibilidad de la cadena de suministro. Las certificaciones internacionales, como MSC, se convierten no sólo en una oportunidad comercial, sino en una necesidad para permanecer en el mercado.
El cambio climático y la volatilidad de las preferencias de los consumidores también juegan un papel importante. Precisamente por eso la industria ecuatoriana, al igual que la tailandesa (el otro gigante del sector), está avanzando hacia la innovación de productos: productos saborizados, atún procesado para alimentación animal, envases sostenibles. Todo para interceptar nuevos segmentos y fidelizar a los consumidores más sensibles a las cuestiones medioambientales.
El juego, en resumen, es global. Y Ecuador, con su extraordinario trabajo en 2024, ha elevado el listón para todos. El atún en conserva es hoy mucho más que un producto de estantería: es una palanca geopolítica, un indicador económico, un campo de pruebas para futuras políticas medioambientales. Aquellos que puedan gestionar esta fase con visión, innovación y sostenibilidad podrán mantener su ventaja competitiva. Quienes permanecen anclados en viejos modelos corren el riesgo de quedarse fuera de juego en un mercado que no espera a nadie.