El grupo ecologista GEN ha lanzado una propuesta que califica de “oportunidad histórica” para ampliar dos de las reservas marinas más emblemáticas de Baleares: es Freus de Ibiza y Formentera, con 15 353 hectáreas, y Punta de sa Creu, en Menorca, con 986 hectáreas.
Desde su creación, estas áreas han mostrado una mejora significativa en la biodiversidad, consolidándose como espacios clave para la regeneración de hábitats marinos y la recuperación de especies. Según GEN, su ampliación supondría reforzar ese efecto positivo y avanzar hacia un modelo de gestión más sostenible del mar balear.
El colectivo ecologista sostiene que la pesca artesanal y recreativa puede seguir coexistiendo con estas medidas, siempre que se mantengan limitaciones claras y un control riguroso. Sin embargo, plantea la necesidad de prohibir la pesca submarina, argumentando que esta modalidad ejerce una presión directa sobre especies vulnerables y compromete la estabilidad del ecosistema.
“Las reservas marinas han demostrado su eficacia para recuperar poblaciones de peces y proteger la riqueza biológica. Ampliarlas es un paso natural para garantizar su futuro”, señaló GEN en un comunicado.
La propuesta, sin embargo, no ha estado exenta de matices. El Consell de Formentera ha pedido una paralización temporal del proceso con el fin de abrir un diálogo más amplio con los sectores implicados —pescadores, buceadores, asociaciones locales y administraciones— antes de avanzar en una decisión que afectará a la economía y la actividad cotidiana de la isla.
El debate refleja la complejidad de conjugar la protección ambiental con los usos tradicionales del mar. Mientras los ecologistas destacan la urgencia de actuar frente al deterioro de los ecosistemas marinos, las instituciones locales insisten en que las medidas deben aplicarse con consenso social y sensibilidad hacia quienes dependen directamente del mar para su sustento.
Lo que nadie cuestiona es que las reservas marinas de Baleares son ya un ejemplo de gestión reconocida internacionalmente. Su posible ampliación marcaría un nuevo capítulo en la estrategia de conservación del Mediterráneo, donde la presión turística y pesquera obliga a tomar decisiones cada vez más firmes para garantizar el futuro del ecosistema.
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