Pescadores de Gipuzkoa y Bizkaia volverán a la campaña de la anchoa el próximo 20 de abril, pero lo harán tomando medidas sanitarias excepcionales.Los pescadores decidieron dejar la pesca de la anchoa cuando se cerraron bares y restaurantes a causa de la pandemia del coronavirus, entendiendo que no se le podría sacar rentabilidad a la captura.
Tras una reunión, las cofradías de Gipuzkoa, Bizkaia y de Cantabria, y decidieron que el 20 de abril volverían a salir a la mar.Sin embargo, lo harán de una forma progresiva, y han disminuido el máximo que pueden capturar de 10 toneladas a 6 toneladas.
Hasta ahora la flota estaba capturando verdel tratando de agotar sus cuotas.Un intercambio con Países Bajos ha sido un balón de oxígeno para los barcos de cerco que estaban a punto de agotar sus cuotas.
Conserveras
Las conserveras del Mediterráneo han duplicado sus ventas a consecuencia del parón de la campaña de la anchoa en el Atlántico a consecuencia del aumento de precios por la escasez.
En el puerto de Durres en Albania, alrededor de 50 empledas no dan abasto. Trabajan en esta fábrica de conservas de anchoa. El negocio está en auge. Orlando Salvatore, propietario de la planta de Nettuno lo explica:»La anchoa ha subido de precio porque la gente en confinamiento se hace una pizza en casa; lo que ha aumentado considerablemente las ventas. Las ventas de anchoa se han incrementado en un 30%». No obstante, estas conserverras han tenido que echar mano del suministro que poseían del pasado año por el parón que está existiendo en el Cantábrico
Antes de la pandemia, la fábrica exportaba 25,000 kilos de anchoas en lata al mes a la Unión Europea. Ahora venden más de 34,000 kilos mensuales.
La temporada de pesca de este en el Atlántico empieza la próxima semana, momento en el que tienen lugar las mejores capturas de la especie.Hasta el momento los barcos del Cantábrico se han centrado en la campaña del verdel.
Otros mercados
Lejos del miedo a la pandemia de coronavirus, estos pescadores regresan al muelle de Fiumicino, cerca de Roma, escoltados por gaviotas y delfines.
Pero con el puerto a la vista, aparece la realidad y se ponen sus mascarillas protectoras antes de reunirse con los vendedores de lalonja cercana.
Con el país encerrado, no tienen muchas razones para sonreír.
El pescador Pasquale Di Bartolomeo hace cuentas:»Podemos calcular que todo se ha reducido a la mitad , tanto en las ventas como en los encargos, incluso en nuestros beneficios. Antes salíamos a pescar cinco días a la semana, ahora, en parte por el virus y en parte por la falta de encargos solo faenamos tres días a la semana «.
Es lo mismo en Francia: los pescadores no venden mucho en estos días. Antes del cierre, se vendían alrededor de sesenta toneladas de pescado cada semana en el puerto de Boulogne-sur-Mer. Ahora las ventas han caído a 15 toneladas y los precios son un 20 por ciento más bajos.
Cinco mil empleos en la industria están amenazados por la pandemia. Jean Michel Level, cooperativa Etaploise:»Es una catástrofe, no hay otra manera de decirlo. Hay que pagar a todo el mundo, todos los gastos, y no es con unas pocas cajas con lo que lo haremos».
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