Motivos de la iniciativa
La flota sardinera bretona ha enfrentado en los últimos años una situación difícil debido a cambios ambientales y biológicos en el recurso. Diversos estudios han constatado que la sardina del Golfo de Vizcaya (la población que tradicionalmente alimenta a la pesquería bretona) ha reducido drásticamente su talla y peso en los últimos 15-20 años, a pesar de no estar sobreexplotada. Según Ifremer (instituto científico marino francés), el peso medio de las sardinas de un año de edad se ha dividido por dos en las últimas dos décadas. Este fenómeno se atribuye al cambio climático, que ha alterado la cantidad y calidad del zooplancton del que se alimentan las sardinas – en particular, ha disminuido la abundancia de copépodos grandes, ricos en lípidos – reduciendo así el aporte energético para el crecimiento del pez. En otras palabras, la sardina debe invertir más esfuerzo en alimentarse de presas planctónicas más pequeñas y menos nutritivas en un océano más cálido y menos oxigenado, lo que resulta en individuos más pequeños y menos fecundos.
Además de la menor talla, se han alterado los patrones de migración y distribución estacional de la sardina. En 2024, por ejemplo, los científicos de Ifremer observaron que los principales bancos de sardina estaban desplazados más al sur de lo habitual en primavera, fuera del alcance de la flota bretona. Esto provocó una temporada anómala: las capturas en las zonas tradicionales de Bretaña fueron muy escasas en primavera y verano, y solo a inicios de otoño los bolicheros (cerqueros sardineros) pudieron volver a encontrar sardina en la bahía de Douarnenez. En efecto, el grueso de la campaña sardinera se retrasó hasta septiembre, confirmando un desfase estacional que dificulta la planificación de la pesca. Asimismo, la ausencia casi total de anchoa – especie alternativa en la pesquería de “poisson bleu” – agravó la situación en 2024.
Frente a estos cambios, los pescadores bretones han sugerido que la sardina está modificando su área de distribución y podría estar más disponible en aguas más al norte de lo habitual, en busca de condiciones oceanográficas más favorables. Históricamente, la sardina sí estuvo presente y se explotó en la costa norte de Bretaña (por ejemplo, el puerto de Locquémeau tuvo una intensa pesca de sardina hasta mediados del siglo XX) Es posible que el reciente calentamiento del mar esté propiciando un desplazamiento de la especie hacia el norte (latitudes por encima del paralelo 48º N, más allá de la zona de Audierne y Penmarch). Esta hipótesis, junto con la necesidad urgente de mejorar las capturas, es el principal motivo para emprender expediciones de pesca exploratoria al norte del paralelo 48. En resumen, los cambios observados – sardinas más pequeñas, menos abundantes en las zonas habituales y con migraciones alteradas – han impulsado al Comité Regional de Pesca de Bretaña a promover la exploración de nuevas áreas de pesca más al norte, donde podría haber sardina disponible en cantidad o de mejor tamaño.
Reacciones de la flota sardinera de Bretaña
La flota de bolicheros sardineros bretones (compuesta por unas 23 embarcaciones activas en 2024) ha respaldado firmemente esta iniciativa, viéndola como una salida necesaria ante la crisis. En 2024 las descargas de sardina en Bretaña cayeron ~25% respecto al año anterior (7.500 toneladas vs 9.800), y eso a pesar de un repunte tardío en otoño. Los ingresos de la flota se resintieron aún más (descenso del ~35%) y hacia finales de la temporada varios barcos quedaron amarrados en puerto por falta de actividad. Esta situación económica preocupante llevó a que en el verano de 2024 los pescadores de sardina alertaran a los comités de pesca del Finisterre y de Bretaña sobre la gravedad del problema. Entre septiembre de 2024 y enero de 2025, los organismos de pesca organizaron reuniones con pescadores, armadores, organizaciones de productores e incluso autoridades para buscar soluciones que asegurasen la viabilidad de la flota En esas discusiones, los representantes de los bolicheros dejaron claro que no querían resignarse a la situación actual ni reducir la flota sin explorar alternativas De hecho, a pesar de las propuestas de ajustar el esfuerzo pesquero (incluso se mencionó un posible plan de reducción de flota), la asociación de bolicheros de Bretaña, encabezada por Yvan Le Lay, se opuso a desguazar barcos y expresó su confianza en un ciclo favorable próximo. Esta resistencia a abandonar la pesquería muestra la determinación del sector por buscar nuevas oportunidades de pesca en lugar de contraerse.
En este contexto, la idea de “ir a buscar la sardina donde esté” – incluso fuera de las aguas donde tradicionalmente operaba la flota – ganó apoyo entre los pescadores. La propuesta de realizar mareas experimentales al norte del paralelo 48ºN ha sido recibida con expectativas positivas por la mayoría de la flota sardinera. Los capitanes ven con esperanza la posibilidad de encontrar bancos de sardina más abundantes (y tal vez de mayor talla) en aguas más frías al norte de Audierne. Esto podría permitir compensar la escasez del sur e incluso alargar la temporada de pesca. Algunos armadores señalan que en años pasados ya habían observado sardina en zonas más septentrionales (por ejemplo, alrededor de la isla de Ouessant o en la costa de Léon y Trégor, en el norte de Bretaña), pero no habían tenido oportunidad de explotarla por restricciones geográficas de sus licencias. Ahora ven la iniciativa del CRPMEM como una oportunidad para comprobar empíricamente la presencia de sardina en el norte y diversificar sus zonas de trabajo.
No obstante, las reacciones también incluyen cierta cautela práctica. Los patrones son conscientes de que aumentar la distancia de pesca implicará mayores costos de combustible y operaciones más largas. Los barcos sardineros bretones son de tamaño medio (12-18 m en su mayoría) y acostumbrados a faenar cerca de la costa; para algunos, aventurarse bastante más al norte (potencialmente hasta aguas de la Bretaña norte o el sur del Canal de la Mancha) supone un reto logístico. Pese a ello, el sentimiento general es que vale la pena intentar las expediciones dado lo crítica que es la situación si se quedan en sus caladeros tradicionales. Esencialmente, los pescadores prefieren gastar más en buscar pescado que quedarse amarrados sin faenar.
En cuanto al resto del sector pesquero regional, por ahora no se han reportado oposiciones fuertes a estas prospecciones de sardina. Dado que la sardina ha estado ausente comercialmente de la Bretaña norte por décadas (la pesca industrial en Locquémeau cesó en 1953) no existe allí una flota local de sardina que pudiera sentirse invadida por los cerqueros de Cornualles. Sí podría haber en el futuro preocupaciones de pescadores artesanales locales (por ejemplo, de pesca al trasmallo o palangre en Côtes-d’Armor) si la llegada de bolicheros altera sus zonas de faena o espanta otras especies, pero al ser una exploración limitada promovida por el propio comité regional, es de suponer que se hará con diálogo y cuidado. De momento, la noticia ha sido bien recibida en las comunidades pesqueras, pues cualquier intento por revitalizar la pesca de la sardina (un producto emblemático de Bretaña) es visto con interés. Incluso las conserveras y mercados locales apoyan la iniciativa, esperando que se traduzca en mejor aprovisionamiento de sardina fresca.
Implicaciones económicas y sociales
La sardina tiene un enorme peso socioeconómico en Bretaña, por lo que esta iniciativa podría tener efectos importantes. En términos positivos, si las expediciones al norte del paralelo 48 tienen éxito, podrían mitigar las pérdidas económicas recientes de la flota y asegurar materia prima para la industria conservera. Cada año, la pesca de sardina en Finisterre aportaba del orden de 10.000 a 15.000 toneladas de pescado que abastecen a una treintena de fábricas de conservas en la región. Este sector transformador (conserveras como Chancerelle en Douarnenez, La Belle-Îloise en Quiberon, etc.) genera numerosos empleos en tierra y es parte integral de la economía local. Por ello, la caída de capturas en 2022-2024 ha puesto en aprietos a las empresas: por ejemplo, La Belle-Îloise no pudo enlatar suficiente sardina en 2024 para satisfacer la demanda, causando rotura de stock en ciertos productos hasta mitad de 2025 Con sardinas más pequeñas, además, la productividad en fábrica se reduce (hace falta el doble de pescado y más mano de obra para llenar las latas). Toda la cadena “de la mar al plato” se ha visto bajo presión.
En este contexto, encontrar nuevas zonas de pesca al norte podría aportar un respiro económico. Si se localizan bancos importantes de sardina, la flota podría aumentar sus capturas totales anuales, recuperando ingresos perdidos. Esto ayudaría a mantener activos a los barcos y las tripulaciones (evitando tener que vender barcos o despedir marineros) y garantizaría el abastecimiento de las conserveras bretonas, protegiendo así empleos directos en la pesca y empleos indirectos en las plantas de procesado.. Además, diversificar las áreas de pesca reduce la dependencia de un solo caladero; en términos empresariales, es una forma de gestionar el riesgo: si un año la sardina escasea en el sur, quizás se encuentre en el norte, y viceversa. También podría extender la temporada: la sardina en el sur de Bretaña se pesca sobre todo de mayo a octubre, mientras que en el Atlántico más norteño podría estar disponible en otras ventanas temporales, permitiendo una actividad más continua para la flota.
Ahora bien, también hay implicaciones económicas menos favorables que considerar. Aumentar el radio de acción supondrá mayores costos operativos (combustible, horas de navegación, desgaste). Habrá que evaluar si las capturas adicionales compensan estos gastos. Asimismo, puede requerirse ajustar la logística de comercialización: los puertos de desembarque podrían cambiar. Es probable que los barcos sigan descargando en sus puertos base de Cornualles (Douarnenez, Saint-Guénolé, Concarneau, etc.) por la cercanía de las conserveras, pero si estuvieran muy lejos, podrían intentar descargas en puertos de Bretaña norte. Esto implicaría involucrar a lonjas y transporte en esas localidades. Socialmente, una redistribución geográfica de la pesca podría beneficiar a algunas comunidades y quizás preocupar a otras. Por ejemplo, si de pronto Locquémeau o Roscoff vieran desembarcos de sardina de nuevo, habría oportunidades económicas locales (empleos eventuales, venta de hielo, servicios portuarios). En cambio, las localidades del sur que viven de la sardina podrían temer perder protagonismo si la actividad se desplaza. No obstante, en principio la iniciativa busca salvar la pesquería para todos, más que reubicarla permanentemente.
Otro impacto social a destacar es la seguridad alimentaria y cultural: La sardina enlatada es un producto emblemático bretón y francés. Mantener un suministro local suficiente es importante para no depender de importaciones de sardina de otros países (Portugal, Marruecos, etc.). La iniciativa de buscar sardinas al norte podría ayudar a mantener la soberanía pesquera y a que las conservas “Made in Brittany” sigan utilizando sardina bretona Esto tiene un valor cultural y de marketing nada despreciable para la región.
En suma, económicamente, las expediciones podrían rescatar parte de los ~17-18 millones de euros anuales que genera la pesquería de sardina bretona en primera venta y socialmente podrían preservar cientos de empleos vinculados (cada marinero genera unos 3 empleos en tierra asociados al sector pesquero). La contrapartida serán mayores costos y la necesidad de cooperar entre distintas zonas pesqueras de Bretaña. La planificación cuidadosa (ej. compartiendo datos de avistamientos de sardina en el norte entre todos los barcos) será clave para maximizar el beneficio colectivo de la iniciativa.
Implicaciones ambientales
Desde el punto de vista ambiental, la iniciativa plantea consideraciones a dos escalas: por un lado, es una respuesta a cambios ambientales ya en marcha (el calentamiento del mar, la alteración del plancton), y por otro, podría tener sus propias repercusiones ecológicas al abrir una nueva zona a la pesca.
Conviene señalar que la situación actual de la sardina bretona es ante todo un síntoma del estrés climático en el ecosistema marino. La sardina es un pez pelágico de vida corta y muy dependiente de las condiciones del medio para que sus abundantes huevos y larvas sobrevivan. Cumple además un rol de especie presa (“forraje”) fundamental, transfiriendo la energía del plancton a numerosos depredadores mayores como delfines, aves marinas, túnidos e incluso al ser humano. La drástica reducción de tamaño y condición corporal de las sardinas puede tener efectos en cascada: se ha observado, por ejemplo, que aves marinas en Bretaña tienen más dificultades para alimentarse cuando las sardinas son muy pequeñas o escasean, lo que puede afectar el éxito reproductivo de esas aves. De igual forma, delfines y otros depredadores podrían verse obligados a cambiar de presa o zona. Si la sardina está cambiando su distribución hacia el norte, probablemente los depredadores naturales la seguirán en cierta medida hacia esas nuevas áreas.
Las expediciones al norte del paralelo 48ºN, de tener éxito, confirmarían que hay sardina disponible en ecosistemas más boreales, posiblemente con aguas más frías y diferentes comunidades biológicas. Habrá que evaluar la estructura poblacional de esas sardinas: es probable que sean parte del mismo stock del golfo de Vizcaya (los científicos consideran que las sardinas capturadas desde la bahía de Audierne hasta el mar de Iroise pertenecen al stock del Golfo de Vizcaya), lo que implicaría que no es una nueva población sino la misma que simplemente se ha desplazado. Sin embargo, si fueran una subpoblación local del sur del Canal de la Mancha, se estaría pasando de cero explotación a una explotación nueva. En tal caso, habría que monitorear cuidadosamente la respuesta del recurso para no sobrepescarlo. Afortunadamente, la pesca con bolinche (cerco) es bastante selectiva y sostenible: los bolicheros pueden liberar el cardumen si ven que es especie o talla no deseada (abren la jareta de la red y el pez escapa vivo). Esto significa que pueden abstenerse de capturar sardinas demasiado pequeñas o mezclas con otras especies no objetivo. Además, la pesca de cerco en superficie tiene un impacto mínimo en el hábitat físico (no toca el fondo marino) y un índice bajo de captura incidental de especies protegidas. Por ejemplo, a diferencia de algunas pesquerías de arrastre, los bolicheros sardineros no dañan arrecifes ni suelos marinos, y la captura accidental de mamíferos marinos es atípica (los delfines pueden quedar alrededor del cerco pero generalmente no quedan atrapados en él, y de ocurrir, se soltarían al liberar el cardumen).
No obstante, existen precauciones ambientales vigentes que la iniciativa deberá respetar. Una de ellas es el Parque Natural Marino de Iroise, que abarca aguas de la punta de Bretaña (entre la península de Crozon, Ouessant y el archipiélago de Molène). Dentro de este parque marino, las actividades pesqueras están reguladas para proteger la biodiversidad. En particular, se limita el número de bolicheros que pueden operar simultáneamente dentro del parque Esta medida se diseñó para evitar una presión excesiva en un área sensible y minimizar molestias a especies como mamíferos marinos. Cualquier incursión de la flota sardinera en aguas de Iroise o más al norte deberá coordinarse con las autoridades del parque y respetar esos topes (que podrían ajustarse en el futuro según la situación del stock y la flotilla). Otra consideración es la veda de invierno por protección de cetáceos: actualmente, para reducir las capturas accesorias de delfines comunes, Francia prohíbe la pesca de especies pelágicas con ciertos artes en el Golfo de Vizcaya durante los meses invernales Al norte del paralelo 48 esa veda no aplicaría (ya que cubre aguas al sur de Bretaña), pero si los bolicheros extendieran mucho su temporada en el norte, habría que vigilar igualmente la interacción con cetáceos. Es sabido que en los meses fríos grandes grupos de delfines se alimentan de bajíos de peces en el sur del Canal; aunque el cerco es más delfín-seguro que el enmalle o arrastre, convendría mantener medidas preventivas si fuese necesario (observadores a bordo, pingers disuasorios, etc., en caso de actividad invernal).
En síntesis, ambientalmente la iniciativa tiene un fundamento claro: se adapta a un cambio (el desplazamiento de la sardina) probablemente impuesto por el clima, buscando mantener una pesquería con relativamente bajo impacto ecológico. Las posibles repercusiones negativas – extraer sardinas de un área antes no explotada – podrían mitigarse mediante una gestión adaptativa: cuotas experimentales, seguimiento científico estrecho de las capturas y de la estructura de tallas, y ajuste de esfuerzos según la respuesta del stock. Por otro lado, si no se hace nada, el riesgo es perder tanto la sardina como la actividad pesquera asociada, lo cual también tiene impacto social y podría llevar a que la brecha ecológica sea llenada por otras pesquerías quizás menos controladas. Por tanto, con la información disponible, las expediciones de pesca en el norte parecen ambientalmente justificables siempre que se hagan de forma precautoria. En cualquier caso, arrojarán datos valiosos sobre la distribución actual de la sardina y cómo esta especie emblemática está reaccionando al cambio climático en el Atlántico europeo.
Opiniones de expertos y científicos
Expertos pesqueros y científicos marinos han estado muy involucrados en diagnosticar el problema de la sardina bretona y en evaluar posibles soluciones. Mathieu Doray, biólogo de Ifremer especializado en pequeños pelágicos, señala que la biomasa total de sardina en el Golfo de Vizcaya no ha disminuido drásticamente; de hecho, los análisis de campaña acústica Pelgas 2023 indicaron una biomasa estable o incluso ligeramente creciente El problema es más bien que una gran proporción de esa biomasa ya no es accesible o utilizable para la pesca comercial: los ejemplares son más pequeños. Doray subraya que, a talla idéntica, la fracción de biomasa “explotable” (es decir, peces suficientemente grandes para la comercialización) cayó del 42% en 2018 a solo 16% en 2023. Esto confirma que aunque haya sardinas, la mayoría son juveniles o demasiado pequeñas para el mercado de la conserva, complicando la rentabilidad de la pesquería. Dicho de otro modo, el stock sigue ahí, pero ha “rejuvenecido” y encogido, obligando a la flota a pescar muchas más unidades para obtener el mismo tonelaje comercial.
Los científicos coinciden en atribuir la causa principal de este cambio a factores ambientales. Según Doray y sus colegas, la disminución del tamaño medio está “sin duda ligada a cambios en el zooplancton, en particular a la desaparición progresiva de los organismos más grandes debido al cambio climático”. Estudios previos en el Mediterráneo (proyecto MONALISA 2016-2021 en el golfo de León) ya habían demostrado esta relación entre calentamiento, plancton de baja calidad nutritiva y sardinas raquíticas, y ahora la observación se extiende al Atlántico El proyecto DEFIPES/DEFIPEL (2019-2023) de Ifremer, enfocado en pequeños pelágicos del golfo de Vizcaya, corroboró la evolución a la baja de la talla y peso de la sardina e incluso la relacionó con parámetros de fecundidad. Los resultados de estos programas de investigación han sido divulgados al sector pesquero a través de comités de gestión y sirven de base científica para la toma de decisiones. De hecho, la preocupación por la sardina llevó a la creación del proyecto colaborativo SABRE en 2023, un esfuerzo conjunto entre estudiantes, científicos y el comité de pesca del Finisterre para estudiar el papel del plancton en el desarrollo de la sardina en la punta de Bretaña
En cuanto a la opinión sobre las expediciones al norte del paralelo 48º, los expertos adoptan un enfoque prudente pero abierto. Por un lado, insisten en la importancia de recopilar datos: si la sardina está efectivamente colonizando aguas más norteñas, es fundamental documentarlo. Ifremer podría involucrarse en las prospecciones, por ejemplo embarcando observadores o instrumentos en algunos buques durante las salidas exploratorias, para medir la abundancia encontrada, la talla de los individuos y las condiciones oceanográficas (temperatura, plancton) de esas zonas. Cualquier información nueva ayudará a mejorar las evaluaciones de stock. Sigrid Lehuta, investigadora de Ifremer, apuntaba recientemente que la pesquería bretona de sardina incluso perdió su certificación MSC de sostenibilidad, en parte debido a esta problemática biológica Recuperar la estabilidad de la pesquería (y eventualmente su eco-certificación) podría depender de cómo se adapta al cambio ambiental, incluyendo la exploración de nuevas áreas de pesca. Los científicos, por tanto, ven con buenos ojos medidas adaptativas siempre y cuando se apliquen con seguimiento y basadas en la evidencia.
Por otro lado, los expertos también advierten que no existe garantía de éxito en estas expediciones. Jean-François Goujon, especialista en poblaciones pelágicas, ha comentado en foros técnicos que a veces las sardinas observadas en aguas más frías pueden ser muy dispersas o de densidad insuficiente para una pesca rentable. Además, podría ocurrir que la sardina del norte sea igual de pequeña que la del sur si la causa de fondo (plancton pobre) es un fenómeno amplio. En tal caso, trasladar el esfuerzo de pesca no resolvería el problema de fondo. De hecho, Doray recalca que no se ha detectado aún recuperación en el tamaño medio a pesar de ligeras mejoras en los últimos 3 años. Esto sugiere que la solución no es inmediata. Algunos científicos han sugerido incluso considerar una reducción temporal de la presión pesquera para permitir que más sardinas crezcan a tallas comerciales. Esa opción (vinculada a la idea de reducir la flota o las jornadas de pesca) es impopular entre los pescadores, pero los expertos la mencionan como plan de último recurso si la situación empeora.
En general, la comunidad científica apoya una gestión adaptativa proactiva. Explorar nuevas zonas de pesca encaja en esa filosofía, siempre que se haga monitoreando el recurso. Ifremer y otros organismos (como el Consejo Internacional para la Exploración del Mar, CIEM) probablemente evaluarán los resultados de estas expediciones. Si de ellas se deriva que efectivamente la sardina ha ampliado su distribución al norte, podrían incorporarlo en las evaluaciones y recomendar medidas de gestión específicas para esa área. En términos de políticas pesqueras, expertos en gestión señalan que sería conveniente elaborar un plan de gestión de la sardina a nivel nacional o europeo que contemple estos desplazamientos latitudinales, de modo que la regulación no se quede estática mientras el pez se mueve (un desafío que también se observa en otras especies con el cambio climático).
En resumen, los científicos respaldan la iniciativa con cautela. Reconocen que la sardina bretona está sufriendo por causas ambientales y valoran positivamente que el sector y el CRPMEM busquen soluciones basadas en el conocimiento (por ejemplo, apoyándose en datos históricos de distribución en Bretaña norte. Su principal consejo es que las expediciones se hagan de forma experimental y evaluativa, y que los resultados (tanto si son buenos como si son decepcionantes) se utilicen para guiar las próximas decisiones de ordenación de la pesquería.
Situación legal y normativa
Desde el punto de vista normativo, la iniciativa requiere ajustes en el marco de gestión pesquera vigente, pues la pesca de sardina en Bretaña norte actualmente no estaba contemplada en las licencias. En Francia, la pesca con bolinche (cerco) de especies pelágicas está sujeta a un sistema de licencias limitadas por región y condiciones precisas. En Bretaña, existían hasta ahora dos licencias geográficas para la sardina: una para el sector sur de Bretaña (al sur del paralelo 48°30’N) y otra teóricamente para el sector norte (al norte de 48°30’N) Sin embargo, desde hace años el contingente de licencias al norte era cero, es decir, ninguna embarcación estaba autorizada a pescar con bolinche por encima de esa latitud Toda la flota se concentraba bajo la licencia “Bolinche Sud 48°30’ ” (Bretaña sur) con un máximo de 27 licencias asignables. En la práctica, esto significaba que la pesca profesional de sardina no se realizaba en Bretaña norte (más allá de Audierne/Pointe de Penmarc’h) porque no había licencias activas para ello. La delimitación del paralelo 48°30’N corresponde aproximadamente a la frontera entre las aguas de Finisterre sur (parte del Golfo de Vizcaya, CIEM VIIIa) y las de Finisterre norte/Costa del Canal (CIEM VIIe). Originalmente se estableció esta separación para gestionar por separado las dos zonas; de hecho, en 2010 se fijó provisionalmente cupo cero de licencias al norte y 27 al sur, asumiendo que la actividad tendría lugar únicamente en el sur.
Por tanto, para que los bolicheros bretones puedan realizar expediciones de pesca de sardina al norte del paralelo 48, es necesario obtener una autorización legal específica. El Comité Regional de Pesca de Bretaña (CRPMEM) tiene la facultad de proponer modificaciones a las licencias y su reglamentación, las cuales luego deben ser aprobadas por la administración (la Dirección Interregional del Mar – DIRM – y el Prefecto de la región). A finales de 2024, el CRPMEM de Bretaña ya empezó a ajustar la gestión de la pesquería de sardina: en diciembre 2024 su Comisión de Pesca Costera debatió cambios, principalmente para congelar el número de licencias en 27 y no reasignar licencias si un buque cesa actividad, buscando así reducir paulatinamente el esfuerzop. Este cambio normativo (Deliberación 2024-015 “Bolinche Sud”) fue sometido a consulta pública en marzo de 2025 y aprobado, indicando la rápida respuesta de gestión ante la crisis.
En cuanto a la extensión hacia el norte, es previsible que el CRPMEM haya tomado o tome próximamente una deliberación específica para habilitar la pesca con bolinche al norte del 48º30’ con carácter experimental. Esto podría implicar reactivar la licencia “Bolinche Nord 48°30’ ” (que estaba inactiva) otorgando permisos temporales a algunos de los mismos barcos licenciados en el sur. Dado que se trata de la misma flota, lo más sencillo administrativamente sería emitir una derogación que permita a ciertos buques con licencia “sur” operar en el sector norte durante un periodo limitado (por ejemplo, una temporada de verano) y con condiciones de reporte de resultados. Alternativamente, se podría crear una nueva licencia exploratoria para sardina norte, aunque al ser los mismos armadores, probablemente una derogación a la licencia existente sea suficiente. En cualquier caso, esa medida debe contar con el visto bueno de la DIRM Namouest (Nord Atlantique – Manche Ouest), que ya ha mostrado agilidad en tramitar cambios: la propia nota de presentación de marzo 2025 menciona que se buscarán “ejes de trabajo” acordados con los servicios del Estado para aportar soluciones a la flotilla
Un punto a favor es que no hay restricciones internacionales que lo impidan: las aguas al norte de Audierne seguirán siendo aguas francesas (mar territorial o ZEE de Francia), por lo que no se invade ninguna jurisdicción ajena. Tampoco existe (hasta ahora) un TAC europeo que limite la captura de sardina en el sur del Canal de la Mancha – la UE fija TAC para la sardina ibérica en aguas ibéricas, pero para el stock Atlántico norte de sardina Francia gestiona mediante límites técnicos y de esfuerzo más que cuota estricta. Así, la principal normativa aplicable es la francesa. Posiblemente, el Prefecto de Bretaña deba emitir un arrêté (resolución) autorizando la aplicación de la deliberación del CRPMEM que abra la zona norte. Estos procedimientos suelen incluir consulta pública (como se hizo con la modificación de licencias sur en 2025) para transparencia.
Adicionalmente, habrá que respetar la normativa pesquera general vigente: por ejemplo, los topes diarios de captura. Actualmente, cada bolinche bretona tiene un límite de 20 toneladas de sardina por día por buque para evitar saturar el mercado. Este límite seguirá aplicando igual en cualquier zona. También las vedas y horarios establecidos: la temporada de sardina en Bretaña suele estar reglamentada con fechas de apertura/cierre (p. ej., en 2024 se prohibió pescar sardina antes del 1 de mayo y había horarios diarios de actividad). Si la sardina abunda al norte fuera de esas fechas, quizás se solicite una extensión de temporada, pero eso requeriría otro ajuste normativo y acuerdo con los conserveros (que suelen planificar campañas específicas).
Un aspecto legal interesante es el del Parque Natural Marino de Iroise, mencionado antes. Las normas del parque, integradas a la regulación regional, limitan a 18 el número de bolicheros activos simultáneamente dentro de sus aguas. Esta regla fue adoptada en los 2000s para conservar el ecosistema. Si las sardinas se concentran precisamente en Iroise (por encima de Audierne), podría ser un cuello de botella tener solo parte de la flota operando a la vez. Sin embargo, la nota de 2025 del CRPMEM indica que “ese criterio podrá modificarse en función de la evolución de la situación de las sardinas y de la flotilla”, dejando la puerta abierta a revisar el límite en el parque si las condiciones lo ameritan. Cualquier modificación de este tipo igualmente debe ser deliberada por el comité y aprobada por la administración.
En conclusión, la situación legal está en proceso de adaptarse a esta iniciativa. Históricamente la pesca de sardina al norte del paralelo 48 estaba cerrada por ausencia de licencias activas pero el CRPMEM de Bretaña, en coordinación con el Estado, puede habilitar legalmente expediciones exploratorias mediante resoluciones específicas. Ya se han tomado pasos normativos para apoyar a la flota (como congelar el número de licencias y evitar sobrecapacidad) y el siguiente paso lógico será autorizar la extensión geográfica de la pesca. Es de esperar que en la próxima temporada se emita la autorización correspondiente, con carácter experimental y evaluativo. Todos estos cambios se enmarcan además en la Política Pesquera Común de la UE, que alienta la flexibilidad en la gestión adaptativa siempre que se garantice la sostenibilidad. Mientras se cumplan las regulaciones técnicas (tamaños mínimos – 11 cm para sardinal –, artes permitidos, etc.) y se sigan las recomendaciones científicas, no hay impedimento legal insalvable para realizar las expediciones de pesca de sardina al norte de Audierne. Por el contrario, la normativa se está ajustando rápidamente para acompañar esta iniciativa, buscando un equilibrio entre aprovechar la posible nueva distribución de las sardinas y proteger el recurso y el ecosistema en su conjunto.
Fuentes: Comité Regional de Pêche de Bretagne, nota DIRM NAMO 2025prefectures-regions.gouv.frprefectures-regions.gouv.fr; Ifremer/Le Télégrammeletelegramme.frletelegramme.fr; AFP/La Expresslexpress.frlexpress.fr; Bretagne Économiquebretagne-economique.com; Le Télégramme (Locquémeau)letelegramme.fr; etc.