Los astilleros españoles tienen depositadas sus esperanzas en un buen 2022, pese a que la pandemia ha ralentizado la actividad industrial, generando problemáticas que antes no existían como el desabastecimiento de determinados materiales o problemas en la entrega de embarcaciones. Aunque el balance final se puede decir que ha sido positivo, pues el trabajo no ha faltado.
Sin embargo, el sector náutico-deportivo es uno de los que tienen un impacto más directo sobre el territorio. La actividad industrial que desarrollan los astilleros, tanto de construcción como de reparación, transformación y mantenimiento, ha dinamizado enormemente la actividad de los puertos, que hoy generan mucha más ocupación y se han convertido con el tiempo en auténticos motores de la economía. Actualmente, todo el mundo ya identifica al sector náutico como un sector estratégico de la economía del país, pues además del impacto referido, también tiene un impacto directo sobre el turismo y el ocio y los servicios.
Los clientes de los astilleros, en su mayoría extranjeros y de un poder adquisitivo superior a la media nacional (propietarios, capitanes y tripulaciones), pasan largas temporadas entre nosotros mientras ponemos a punto sus embarcaciones, generando un alto nivel de consumo en la restauración, la hostelería, el alquiler de vehículos e incluso, en algunos casos en el sector inmobiliario.
Dada su importancia, no cabe duda de que hay que seguir apostando por la inversión para que el sector náutico siga generando riqueza. Después de dos años difíciles marcados por la inconstancia de la actividad y la incerteza provocada por la pandemia, el sector afronta el reto de volver poco a poco al crecimiento sostenido. La pandemia ha tenido efectos positivos en actividades como el chárter náutico, y en la venta de pequeñas embarcaciones (nuevas y de segunda mano) que han reactivado la navegación familiar de proximidad, y por consiguiente el turismo nacional.
En los astilleros, sin embargo, la pandemia ha ralentizado la actividad industrial, generando problemáticas que antes no existían como el desabastecimiento de determinados materiales o problemas en la entrega de embarcaciones. Aunque el balance final se puede decir que ha sido positivo, pues el trabajo no ha faltado, hay que recuperar muchas cosas para regresar al crecimiento. En este sentido, el año 2022 puede ser clave para que se estabilicen de nuevo las entregas de suministros industriales, para volver a programar adecuadamente la producción y para estabilizar la actividad industrial y comercial.
Todo eso solo es posible con más inversión, inversión que genere confianza en el empresariado y en todo el tejido industrial relacionado con la náutica. Hay que apostar por la economía azul, pues en ella radica la viabilidad de muchas empresas del sector, pero también por la gestión digital en todos sus ámbitos, desde las marinas al chárter, que jugarán un papel decisivo en el negocio turístico del futuro. El sector está dispuesto a invertir, pero es fundamental el apoyo y el liderazgo de la administración pública en algunas inversiones de gran calado. Afortunadamente, parece que en un horizonte no muy lejano se vislumbran potentes iniciativas público-privadas para actualizar y optimizar las infraestructuras portuarias. El sector espera y desea que se lleven a cabo estas inversiones, pues solo así algunos puertos podrán recuperar la competitividad perdida.
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