Del mar al hormigón, la sal emerge como protagonista en la transición energética y en la arquitectura sostenible global
La sal, uno de los minerales más antiguos utilizados por el ser humano, está resurgiendo con un nuevo protagonismo en el siglo XXI. Más allá de su uso culinario o como conservante, la sal común (cloruro de sodio) se está posicionando como una herramienta clave en dos sectores estratégicos para el futuro del planeta: la extracción sostenible de litio y la construcción de viviendas que absorben CO₂.
En el contexto de la transición energética y el auge de las baterías para coches eléctricos, el litio es un recurso crítico. Tradicionalmente, su extracción ha dependido de procesos intensivos y altamente contaminantes, especialmente en salares de América Latina. Sin embargo, nuevas tecnologías están explorando métodos más limpios y eficientes. Entre ellos, el uso de la sal como vehículo barato y abundante para extraer litio de manera más ecológica.
Investigadores y empresas están desarrollando procesos que, mediante soluciones salinas, permiten extraer el litio disuelto en salmueras de forma más selectiva y con menor consumo de agua y energía. Al actuar como un agente de intercambio iónico, la sal facilita la separación del litio sin necesidad de costosos reactivos químicos, lo que reduce los residuos tóxicos y mejora la eficiencia del proceso.
Pero quizás la aplicación más sorprendente de la sal está en el campo de la construcción. En un momento en que el sector del cemento es responsable de alrededor del 8% de las emisiones globales de CO₂, surge una solución innovadora: un hormigón que incorpora sal como ingrediente base y es capaz de absorber dióxido de carbono del aire.
Este tipo de material, desarrollado a partir de sales minerales combinadas con componentes alcalinos, no solo reemplaza parte del cemento tradicional, sino que funciona como un sumidero de carbono. Durante su vida útil, la estructura “respira” y captura CO₂ del ambiente, contribuyendo activamente a mitigar el cambio climático.
Uno de los ejemplos más llamativos de esta innovación se encuentra en Bahamas, donde ya se utilizan estos materiales para construir cerca de 1.000 viviendas al año. Las casas no solo son resistentes y asequibles, sino que incluyen en su precio créditos de carbono, gracias a su capacidad para absorber gases de efecto invernadero.
Este enfoque ha permitido integrar el valor medioambiental directamente en el mercado inmobiliario: los compradores adquieren una vivienda y, al mismo tiempo, generan ingresos por sus propiedades sostenibles, al comercializar los créditos de carbono que estas generan.
La utilización de sal en estos dos frentes responde a una lógica de economía circular y aprovechamiento de recursos naturales subvalorados. La sal es abundante, barata, no tóxica y reciclable, y su uso en tecnologías limpias y materiales constructivos la convierte en un recurso estratégico para enfrentar los retos de la crisis climática.
Además, permite desarrollar soluciones accesibles para países en desarrollo y regiones costeras, donde la disponibilidad de sal es alta pero los recursos tecnológicos son limitados.
En definitiva, la sal ha dejado de ser solo un ingrediente de cocina o un símbolo de lo cotidiano. Hoy representa una pieza clave en la reinvención de industrias críticas como la energética y la constructiva, ofreciendo alternativas reales a modelos intensivos en carbono y abriendo nuevas posibilidades de desarrollo sostenible.
La sal, esa materia humilde y milenaria, podría ser uno de los grandes aliados invisibles de la descarbonización global. Y como ocurre con tantas revoluciones discretas, puede que ya esté transformando el mundo… grano a grano.
El científico Carlos Duarte ha desgranado en el congreso Encuentro de los Mares los beneficios de la sal, incluso para evitar el reciente gran apagón. Duarte, xatedrático de Ciencias Marinas en la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología Kaust de Arabia Saudita, el biólogo Carlos Duarte es uno de los oceanógrafos más reconocidos, y actualmente está inmerso en el Proyecto 2050 dedicado a la recuperación de los océanos. Director científico de Encuentro de los Mares, eligió la sal como tema clave de esta edición por su gran proyección actual “como material clave para los retos de un mundo actual que parece más preocupado por las desavenencias con el vecino, y al que le falta la empatía para avanzar en estas cuestiones tan necesarias”, valoraba al denunciar los pésimos resultados de la reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos, “que terminó tres días antes, justo la víspera del ataque de Estados Unidos a Irán”.
Condimento documentado desde hace más de 5000 años, “se conocen 14.000 usos, y 10.000 están vinculados a la cocina”, explicaba en su ponencia para hablar de una sal “que es mucho más que cloruro sódico; tiene todos los elementos de la tabla periódica, incluso el oro”, y que supone el 70% del cuerpo humano, incluyendo la sangre, “y las lágrimas; con 10 lágrimas se obtiene 1 mililitro de agua de mar”. Sorprendía a los presentes hablando de los “humanos modernos que hace 300.000 años se quedaron aislados en una isla del mar rojo y sobrevivieron de alimentarse de organismos invertebrados”, y describiendo a los gitanos del mar, “miembros de una tribu del sudeste asiático que muestran una adaptación evolutiva que les permite ver y oír mejor dentro del agua”.
La sal de la vida
Dotada de gran valor en la economía y usos en la antigüedad, el valor de la sal decayó hasta considerarse un residuo, una tendencia que parece remitir ahora gracias a los grandes beneficios que tiene la sal para la salud, y sus incalculables aplicaciones en sectores como el de la energía, el clima o la industria de metales estratégicos. Duarte comenzaba por la salud, destacando la generosidad de la sal para “mantener nuestra estructura ósea, eliminar la acidez que beneficia al cáncer, prevenir el exceso de colesterol, mejorar las enfermedades cutáneas como la piel atópica e incluso regular las funciones del sueño”, enumeraba. Y sobre todo destacaba la sal de fusión que se presentó en una edición anterior de Encuentros del Mar, “derivada de organismos marinos, “que disminuye la cantidad de sodio y tiene más de 50 antioxidantes que la sal de mesa común”.
Y no menos interesante ha resultado la explicación del científico sobre las aplicaciones de la sal en la industria, con ejemplos como la planta de energía termosolar instalada en el desierto chileno de Atacama, “que utiliza depósitos de sal fundida a 900º y mezcla con agua para generar energía eléctrica incluso durante la noche, por su enorme capacidad de guardar el calor”, explicaba. Una característica que hace de ella un gran estabilizador de redes de energía, por lo que hubiese evitado el gran apagón que sufrimos recientemente en la Península, “originado por una perturbación iniciada en el Báltico y que se propagó hasta España, que es el extremo sur de la red”
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